jueves, 18 de septiembre de 2014

La gema Violeta




El rey de las sombras surcaba los mares, mecido por el viento, moviéndose lentamente y con sigilo, mientras en cubierta la acción transcurría sin cesar: Las espadas se cruzaban con su tintineante sonido, la sangre por sus afiladas hojas chorreaba, algunos marineros desplomados al suelo caían. Los gritos de dolor sucumbían en lo más profundo de la tarde. Y  los cañones, lo ensordecían todo.
La luz crepuscular iba menguando. Un enorme sol naranja que se hundía poco a poco  en las profundidades del océano. Los últimos rayos de sol se reflejaban en sus ojos. Emily Forbes agarraba su espada con fuerza, vestida como un pirata,  debajo de su sombrero su larga melena negra chorreaba, pequeños restos de sangre salpicaban su rostro.
Un giro de cabeza y aquella luz le incidía en los ojos, levantó su mano libre para evitar el resplandor, por lo que la luz se reflejó entonces en la hermosa gema violeta del brazalete.
 Un sentimiento de pérdida y preocupación la albergaron, pues el brazalete de su mano se había soltado, y ahora corría por cubierta tras él. Éste se movía  deslizándose aquí y allá entre la sangrienta batalla que en popa tenía lugar. Al fin, en el último instante lo agarraba, observando como el último rayo de sol en él se reflejaba, dejando paso a la noche, la luna al otro lado lo indicaba. Y era entonces cuando sucedía:
Un movimiento de espada, un sonido de hundimiento, un dolor se provocaba dentro, Emily caía al suelo, la sangre  su gema salpicaba. Su sangre.

Prefacio de Giro en el Tiempo

sábado, 13 de septiembre de 2014

El Monje - Pajarillo asustado



En los altos árboles del bosque, cierto pajarillo admira la grandeza de las montañas, las antiguas escaleras, que antaño construyeron y que conducen directamente a la cima, donde un majestuoso templo taoísta fue levantado, se encuentran totalmente tapadas por un tupido velo blanco. Ni rastro queda ya del verde intenso que atestaba aquel majestuoso lugar, la nieve a sabido tapar todo a su paso. El pequeño petirrojo levanta la mirada asustado, pues el gran halcón ha piado, alza sus alas, las mueve despacio, emprende el vuelo. Sube, cada vez más alto, casi ha llegado y se siente sofocado.
En el alfeizar de madera de una de las habitaciones de huéspedes de las que disponía el templo, aquel pajarito se posaba. Miró hacia el interior de la habitación preocupado, pues aquella estancia siempre solía estar cerrada, y vislumbró sobre el suelo a una joven muchacha dormida.

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Apenas había anochecido cuando la delicada nieve volvía a caer sobre el templo de manera suave y serena, el frío se expandía por cada rincón del lugar, pero no parecía afectar a una joven que caminaba descalza y en camisón hacia el nevado jardín. Se sentó sobre el gélido suelo y echó su negro y largo cabello hacia atrás, parecía que no se había ni tan siquiera peinado. Cruzó las piernas en pose de meditación, y colocó las manos sobre ellas. Levantó la cabeza con la mirada fija hacia el cielo, donde la nieve caía sin cese, y se preparó para cerrar los ojos. Podía escuchar los copos cayendo a su alrededor, los pasos de los monjes dirigiéndose hacia el salón para tomar su cena. Poco a poco, su mente fue quedando en blanco, hasta que logró lo que quería… se hallaba sobre un nevado prado correteando feliz junto a sus padres, podía escuchar su propia risa e incluso la de su madre o su padre tan cerca que casi parecía que se estuviesen produciendo en aquel instante. Sonrió entristecida mientras dejaba escapar algunas lágrimas por su gélido rostro.

Fragmentos de "Surrurros en el viento, el camino a la iluminación"